domingo, 4 de marzo de 2012

Sus gafas, caballero


Creo recordar que corría la primavera del año 2007 cuando ocurrió. Faltaban aún varios meses para la irrupción en nuestras vidas de la mayor crisis financiera que pudiéramos imaginar.

Me levanté de la cama, me duché, bajé a desayunar, me metí en el coche y finalmente conduje hasta nuestra tienda, unos quince minutos "más allá".

Como todas las mañanas, un sinfín de tareas rutinarias marcaban la apertura de la tienda. Abrir cerradura, subir persiana, desconectar alarma, dejar las cosas en el despacho, sacar el material de exterior... Dependiendo del día de la semana, podía contar con la ayuda de uno o a lo sumo dos vendedores para la puesta en marcha y funcionamiento del turno de mañana.

Aquel día, recuerdo que al abrir los terminales de venta en recepción, busqué en todos los cajones para localizar un rollo de papel térmico de uno de los datáfonos, que se había terminado la noche antes. Un cajón, otro, un tercero, buscando con profusión hasta que di con él. Lo coloqué en su sitio, abrí una de las cajas y me marché a organizar la mercancía de las estanterías.

Normalmente y salvo días excepcionales -ya se empezaba a ralentizar la venta- prácticamente no teníamos clientes durante la primera hora de apertura, pero aquel día, no habían pasado ni cinco minutos, cuando un señor cercano a los cincuenta, entró apresuradamente buscando a algún vendedor que pudiera ayudarle:

-"Señorita, ¿Sería tan amable?"

Aquella tienda tendría unos 800 metros cuadrados. Yo me encontraba tras una estantería situada a unos diez metros de recepción y separado de ésta por varias líneas de estanterías adicionales. Desde ahí, no veía la línea de cajas, pero podía oír (incluso escuchar) lo que allí se comentara.

-"Dígame, señor, ¿En qué puedo ayudarle?" , respondió Patricia, una de nuestras vendedoras y la única que compartía conmigo aquella mañana.

El cliente, con tono preocupado, preguntó por unas gafas de sol que podría haber dejado olvidadas la tarde antes...

A Patricia, ni siquiera le dio tiempo a responder. Un sonoro, seco y seguro de sí mismo "¡Sí!¡Yo las he visto!..." procedente de detrás de una estantería, se lo impidió.

Sí. Fui yo. Inmerso y centrado como estaba en mi trabajo, fue oír la palabra "gafas" y dispararse en mi cerebro alguna suerte de mecanismo automático que, irremisiblemente, me llevó al convencimiento de que aquellas que yo había visto en el cajón de recepción con el rabillo del ojo,  eran las gafas de aquel señor...

Me dirigí con paso apresurado a recepción, visualizando ya al cliente a lo lejos mientras confirmaba con él...

"¡Son de sol, ¿Verdad?!¡De color lila, ¿No?!"

A lo que el cliente, cuya cara pasó rápidamente de la preocupación a la alegría y relajación, contestaba...

"¡Sí, sí, así es!¡Son de vista!¡Menos mal!¡No sabe la alegría que me ha dado!"

A todo esto, yo ya estaba a punto de llegar a recepción, asintiendo, explicando con entusiasmo cómo las había visto un rato antes mientras rebuscaba en los cajones y entrando en una espiral de optimismo compartido con el cliente a la que Patricia, que no había abierto la boca desde entonces, asistía atónita. Justo en el momento en que llegué a su lado, abrí el cajón exultante de alegría, cogí las gafas, estiré el brazo situándolas a un palmo de los ojos del cliente y diciéndole alto, claro y con la satisfacción del deber cumplido:

"¡Aquí tiene usted sus gafas, caballero!"

En ese momento, el tiempo se paró, el cliente se quedó blanco, yo le secundé y Patricia esbozó una sonrisa. Ninguno de los tres, por motivos muy diferentes, podía creer que aquello pudiera estar pasando... Sólo la grave y apagada voz del cliente, vino a romper -tras unos segundos interminables- aquel sepulcral silencio. En tres palabras, con sus correspondientes pausas entre cada una de ellas:

"No... Hombre... No" ... Mientras balanceaba su cabeza y me miraba, incrédulo, a la vez que yo, con vehemencia y sin saber muy bien donde meterme, le pedía disculpas reiteradamente...

El cliente empezó a retirarse. Primero, volviendo sobre sus pasos sin perderme la mirada, marcha atrás, preguntándose cómo podía haberle hecho aquello... Justo antes de salir de la tienda, se dio la vuelta definitivamente, cabizbajo, aún negando con su cabeza, en silencio, derrotado, abatido... Por lo visto, las gafas que había perdido eran de marca. Muy caras. Y sí. Él era bastante pijo, todo sea dicho... Pero fue muy educado el hombre. No todo el mundo habría reaccionado con su abnegación y absoluta ausencia de violencia, siquiera verbal.

Tras quedarnos solos, Patricia y yo nos miramos, primero para sonreír (a mi, aún me temblaba el pulso) ... Después, para morir de la risa mientras me espetaba...

"Mario, nunca pensé que ibas a ser capaz de sacarlas del cajón"

Y allí mismo las dejé. Las guardé un tiempo. El recuerdo bien lo merecía. No son muchas las ocasiones en que gafas así protagonizan una escena entre personas adultas... Gafas como aquellas, en una de cuyas patillas podía leerse en letras grandes y coloridas una palabra tan corta, como definitiva ... "Barbie..."

Aquí las tenéis... Lo sé, arderé en el infierno ;) ...


8 comentarios:

  1. Qué arte!!! Para vivirlo, para recordarlo, y para contarlo de esta manera.

    Gracias por compartir con nosotros sobre todo... tu manera de ser.

    Un abrazo Mario.

    Fran Maldonado.

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    1. Muchas gracias Fran! Ya sabes que normalmente no soy tan despistado! ;)

      Un abrazo :)

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  2. No puedo contigo!!, o me haces llorar de tristeza o como ahora me haces llorar de risa, jajajjajja... porque como sabes que tengo tanta imaginación, segun estaba leyendo tenía visualizado el escenario y sobre todo tu cara.

    Charo Márquez

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    1. Jajaja Gracias Charo! ... Lo que yo no puedo olvidar es la cara del cliente cuando se las planté delante y soltó ese "No...hombre...no" ... ;)

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  3. Llevo media hora riéndome a carcajada limpia....y yo me quejo de meter los calcetines en la nevera!!!!Eres un crack Mario!Olga

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    1. jajajaja Me apunto lo de los calcetines! ... Me alegra mucho que te haya gustado, Olga. Muchas gracias :)

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  4. Ja,jaja..lo que me he reido...
    Fuen.

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  5. Para q veas q suelo leer "casi todo" sea la hora q sea.....
    Qué digo yo Mario,qué te paso esto de verdad? q bueno poder contar las batallitas del curro de uno mismo con tanto arte....

    Un salu2

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